Viaje tras el accidente de Chernóbil
Una calle cubierta de maleza sin un alma a la vista. No se trata de una escena de una película de Hollywood, sino de la ciudad de Pripyat. La ciudad fue construida en 1970, específicamente para los trabajadores de la central. Era una ciudad modelo para la Unión Soviética. La edad media de los ciudadanos era de unos 25 años.
Entusiasmado por lo que acababa de ocurrir, no dudé en ir a explorarla. Así que partimos de la ciudad de Kiev. Un monovolumen de lujo y una mujer que hablaba inglés ya nos estaban esperando. Rellenamos los formularios de seguridad, nos pusieron los dosímetros y nos lanzamos a la aventura.
El viaje duró casi cuatro horas. Durante ese tiempo tuvimos que pasar por muchos «puestos de control». Como buenos turistas, tuvimos tiempo de comprar varios recuerdos. Con la cámara en mano, contemplamos las fincas arboladas. Nuestro guía se mostró encantado de ajustar nuestro itinerario y no quiso que nos timaran. Así que nos llevó a la azotea de un edificio de apartamentos, donde pudimos contemplar las impresionantes vistas e imaginar cómo era la vida antes de la evacuación de 50.000 personas en tres horas.
Todavía se pueden ver señales de aquella época por todas partes, carteles, libros de texto esparcidos por la escuela y fotos de Lenin. En todos los edificios que visitamos, estaban grabadas sus declaraciones.
Cuando llegó la hora de comer, nuestro guía nos llevó al comedor de la central eléctrica. Allí siguen trabajando unos 3.000 empleados.
Después de comer fuimos a Chernóbil 2 (Duga) y nos sorprendió su tamaño.
Era una especie de radar secreto que alertaba de misiles balísticos en caso de ataque enemigo.
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El número real de víctimas que perdieron la vida por no respetar las normas y reglamentos de seguridad sólo puede estimarse.
La jornada había terminado. Nos dieron camisetas y certificados como recuerdo, que nunca se teñirán de verde. Cada uno nos fuimos a casa, presentando nuestros respetos a quienes evitaron que se produjera una catástrofe mundial.